Buscando notas y palabras

"Until only the righteousness prevail"



9 de Julio. Aquel día, a las 23:59, salí de la estación de autobuses de Marbella hacia Madrid. 7 horas. Ese era el tiempo estimado. Luego, con el tráfico y otros retrasos, sería casi una hora más. Al llegar, cogí un taxi, "terminal 1 de Barajas, por favor". Casi 30€. Y a las 8:20 a.m, me encuentro allí con Lucía, y su nueva amiga griega del autobús...bus... bus... Airbus. Salió a las 9:50 hacia Zurich, y estábamos dentro. Por fin, el primer recuerdo bonito del viaje: los paisajes desde el avión. 2 horas de trayecto, qué calladita has estado durante el viaje, Lucía. Qué pena que sólo te vaya a durar hasta que se te pase el mareo. Broma, pero en Zurich sin embargo, el control no era un simple detector de metales. De momento pusimos en la cinta transportadora hasta los zapatos. Luego nos cachearon. Es lo que tiene ir con un melenas con pulseras, Lucía, ya lo siento.

El avión a Nueva York era más grande. 2 filas en cada lateral, y 3 filas centrales, que fue donde nos tocó. En el otro asiento se sentó... una griega (las dos únicas griegas que he visto en mi vida en el mismo día). 13:00. Cada sitio tenía su propia televisión, y la verdad, con el portátil, la música, y Lucía sentada al lado, ni se me ocurrió encenderla en las casi 9 horas del viaje. La hora de la comida: ravioli, ensalada, un trozo de pastel de postre. La pasta sabía muy bien, sobre todo cuando le eché el botecito ese de nata, pero entonces, "¿Would you like a coffee?":

-¿Me puede echar un poco de leche en el café, por favor?
-Sí, la leche la tienes en el botecito ese.
-¿Botecito? ¿Qué botecit...? Oh, no.

Desde ese momento fuimos los amiguitos del azafato. Cada vez que nos traía algo, se cachondeaba de la pasta con leche de alguna forma. Todo es para bien, al final me dió 20 chocolatinas. Aún me quedan.

Se acercaba, se notaba, pero no se veía (porque no teníamos ventana). Algunas risas más y de repente, estábamos aterrizando en la terminal 4 del aeropuerto (que no aereopuerto) de JFK, en Nueva York. At last, (que no at least). Salimos del avión. Andábamos rápido por el aeropuerto, con la emoción a flor de piel...

En este momento no sé si hacer un salto de tiempo hasta las 18:00 horas, porque le voy a quitar toda la gracia a la historia. "Wau, cuánta gente hay aquí, ¿a qué esperarán?"

¿A qué esperaremos?, mejor dicho, porque nos tiramos 2 horas de pie haciendo cola en el control de la terminal, con la griega que se había puesto la mascarilla por miedo a la gripe porcina. ¿Y ahora cómo vamos a encontrar la maleta? Se veían desde lejos miles de ellas en las cintas transportadoras. Seguro que se habían perdido. Aunque en realidad las encontramos. Luego, saliendo del aeropuerto por fin, vi por casualidad a dos chicas con un cartel. "Lucía, Jose".

Para cuando me di cuenta ya estaba en el metro al Bronx.

-Continuará-