Buscando notas y palabras

"Until only the righteousness prevail"

Muy mal escrito, este relato lo hice hace casi cuatro años, cuando quise describir mi primer viaje en autobús por Pamplona. Aquí lo dejo:


Iniciada la tarde, el número 4 pasó tras unos diez minutos de espera por la parada de la Clínica Universitaria. Fue entonces cuando me aventuré a subir y empezar mi trayecto hacia la Plaza Merindades.


Me situé en la parte delantera y ligeramente me di la vuelta para observar a las personas que había y fijarme en sus rostros. Dos jóvenes que bien podían ser estudiantes hablaban entre ellos sentados juntos en la zona trasera. Ambos tenían el pelo oscuro y uno de ellos parecía tener origen sudamericano por sus rasgos y acento. Los dos iban en camisa. A su izquierda una chica contemplaba el paisaje quieto a través del cristal. Tenía el pelo relativamente corto y castaño, y llevaba una rebeca blanca abierta. Mostraba una mirada seria, casi desanimada. En el medio del vehículo un hombre mayor y bajito se sentaba en la parte derecha junto a la ventana, unos dos metros detrás de mí. Su pelo era blanco espuma, y el semblante reflejaba cierta desconfianza, una aprensión ante el viejo mundo que lo rodeaba.




Antes de que el autobús se pusiera en marcha subió una chica más. Debía de tener más o menos la misma edad que la otra. Era rubia y con el cabello más largo que la otra. Los auriculares blancos de su mp3 le colgaban del cuello. Se sentó a mi altura en la parte izquierda, como siempre al lado del cristal.


Al llegar a la próxima parada se bajó el señor mayor. Ya no había teces semiarrugadas a bordo. Un ligero silencio lo despidió. Las personas lo contemplaban con una mezcla de compasión y misterio en esos instantes.


La situación permaneció constante durante dos paradas, en las que ni subió ni bajó nadie. La chica de la rebeca blanca empezó a hablar por el móvil en voz baja. Los jóvenes habían dejado su conversación y miraban hacia los lados, silbando en ocasiones. La que iba con los cascos ni se inmutó.


En la siguiente parada la escena experimentó un giro sustancial y a la vez muy desapercibido para las personas desatentas. Fueron unos niños acompañados por su madre lo que más atrajo mi atención y despertó mi interés. Eran dos y tendrían unos cuatro y cinco años respectivamente. Entraron y se quedaron de pie junto a su mamá, que les daba una mano a cada uno. 


A partir de ese momento se podía apreciar, con sólo mirar hacia atrás, la diferencia en la actitud entre los niños y los adultos. Todos parecemos esperar siempre a algo, sin saber realmente a donde vamos o cuando viviremos ese algo a lo que esperamos. Aquellos chiquitines señalaban a cualquier cosa que tenían delante, reían y parecían querer jugar con todo, hablando con ilusiones, futuras o presentes. Los niños siempre encuentran una aventura en cualquier situación en la que se encuentren, y son los más conscientes del momento en el que están, mientras nosotros esperamos más de lo que vivimos.


Proseguía el trayecto y los niños hablaban utilizando nombres que debían de pertenecer a series de dibujos animados o videojuegos, relacionándolos con ellos y con objetos del autobús. La chica de la rebeca blanca dejó de hablar por el móvil y continuó jugueteando con él. Así se sucedieron varias paradas, entre las que se salió nuestra pasiva compañera del mp3, mientras se incorporaba un hombre de pelo oscuro y algo canoso, que tendría unos 45 años y se sentó delante de los jóvenes. También se puso a hablar por teléfono, hasta pocos momentos antes bajarse.


Así llegué a mi destino, en donde salieron también los jóvenes y la chica de la rebeca blanca. Los niños continuarían con su pequeña aventura, mientras yo esperaba en la acera de enfrente mi viaje de vuelta bajo una tarde gris.