Buscando notas y palabras

"Until only the righteousness prevail"

Pretensión de controlar la evolución, selección de embriones, exclusión de la deficiencia, ataques a la dignidad humana, reducción del ser humano al procesamiento de información, subordinación de la santidad de la vida a la calidad de vida, aborto...

Que el posthumanismo y todo lo que éste conlleva plantea trabas muy serias es algo que fácilmente nos queda claro a todos.

Que sea posible que a estas alturas del “avance humano” surjan estos problemas y aparentemente no vayan a solucionarse en largo tiempo, es algo quizá más difícil de entender, y que podría ser la clave que escrutar para la solución de estos problemas. Una de las causas del aciago relativismo es que en cuestiones muy graves parece que, tanto los que atacan a una idea como los que de forma totalmente contrapuesta la defienden, tienen ambos muchos “argumentos con sentido” en su defensa, y una multitud de personas que los apoyan a sus espaldas. Esto nos lleva a pensar que, si los dos parecen tener razón, o al menos razones, en cuestiones totalmente contrarias, es imposible llegar a un acuerdo, a una verdad única.

Lo cierto es que en muchas ocasiones, en la práctica es imposible, ya que se cruzan argumentos sin atenerse a los presupuestos de los que parten cada uno. Y si no se entra al fondo de los planteamientos ni se parte de la misma premisa para argumentar, la discusión entre las posiciones opuestas se convierte en eterna, pues las dos partes tienen conclusiones (derivadas de esos presupuestos de fondo) que son “buenas” si se les tiene en cuenta independientemente.

Particularmente me voy a centrar en uno de los problemas de planteamiento y quizá el más importante en lo que respecta a la bioética: las diferencias al “establecer” el comienzo de la Vida. Las contrapuestas existencias de argumentos que apoyan tanto a la totalidad del campo de la investigación con embriones como a la defensa y protección de los mismos se derivan al partir de fechas distintas como momento en el que comienza la vida humana. Creo que todos consideramos como problemas, (de una manera u otra) y no como “situaciones normales” a los conflictos y medidas que se están tomando o son susceptibles de adoptarse en este campo. Al considerarlos como problemas, pensamos que existe una solución, y que sólo una puede ser la correcta (si no, no se acabaría el problema), lo cual nos lleva inevitablemente a pensar que sólo debe haber y considerarse un único momento en el que comienza la vida. Los argumentos y medidas que partan del presupuesto -momento- correcto (cualquiera que sea), no se contrapondrán entre ellos siempre que sean en sí mismos buenos y coherentes. Es decir, se acabarían todos los conflictos morales entre argumentos e ideas que implican decisiones con respecto a la vida humana, al partir todos los dichos argumentos del mismo planteamiento o premisa de fondo.

El siguiente paso es intentar encontrar el momento correcto del inicio de la vida. Para ello conviene no dejar posibilidades abiertas, como el plantearse la propia existencia de dicho moment
o, o de la misma vida. Vida creo que hay, ¿no? Eso lo tenemos todos muy claro. Por lo menos somos conscientes de que, ahora mismo, estamos viviendo o existiendo de alguna manera, "algo distinta" a la manera en que lo hacíamos hace doscientos años (si es que había alguna). En resumen, antes no vivíamos y ahora sí, y eso tiene que haber comenzado en algún momento.

Ese momento es medible en el tiempo, y origina “algo” físico, material, que en cierta parte “somos nosotros”. ¿Qué somos materialmente? Podemos describirlo como un individuo, ser vivo, de una esperanza de vida de unos 80 años. Dicha esperanza aproximada es una característica común a todas las fases de nuestro desarrollo, que hemos tenido todos desde el preciso momento en el que comenzó nuestra vida. Acerquémonos a los instantes próximos a lo que podría ser el momento del inicio vital:

- La vida de un espermatozoide gira en torno a los uno y tres días (claramente nosotros no éramos el espermatozoide).

- La vida de un óvulo alcanza hasta las 48 horas (me siento aún menos identificado con el óvulo).

Podría ir describiendo cómo el espermatozoide avanza en busca de su óvulo, pero además de ser aburrido, no nos interesa, puesto que en ningún momento el espermatozoide u óvulo sufren ningún cambio que nos permita probar “a ver si ahora” nos parecemos más a ellos. Por lo tanto, avancemos rápido hasta el siguiente cambio.

Llegamos a un momento, llamado fecundación o concepción, los dos gametos se unen y, misteriosamente, desde ese instante, aquellas células cutres de 48 horas de vida, pasan a tener un futuro de más de setecientas mil horas, 80 años de esperanza de vida. Exactamente como nosotros.

¿O es que somos los mismos?

Vamos a comprobarlo: si avanzamos rápido como antes, nos damos cuenta de que a partir de ese momento no hay ningún cambio que no sea consecuencia de la división de células, especialización de las mismas, y nutrición (y eso lo seguimos haciendo ahora mismo).

Avanzamos rápido. Antes de darnos cuenta, llegamos hasta la muerte del ser humano (a partir de ahí no podemos avanzar mucho más), y entonces advertimos con claridad, que no hay más cambios que esa nutrición, división y desarrollo, y que si la vida no empieza en el momento de la concepción, es que no hay vida.

(Entonces llega Peter y le dice a su amigo Juan Pablo)

Peter: -Bueno, espera, hay un momento en el que pasamos de no tener uso de razón a tenerlo. Ya sé que es algo independiente del cuerpo humano, pero quizá podríamos diferenciar entre seres humanos y personas, y decir que no todos los humanos son peronas y que sólo los segundos son dignos...

Juan Pablo: -Buf, ¡pero si eso ya te lo explicó Spaemann el otro día!